miércoles, 9 de marzo de 2011

El Ejército de los cascos de plata


Bendita sea la madre que pare tal hijo y la esposa que después le da herederos, pues el  orgullo hinchará sus pechos y la dicha será eterna. Barack  el soldado luchaba cual pantera y se movía como una hoja al viento. El tizne de su piel brillaba bañado por el sudor del fulgor de la batalla. Su cabello, castaño avellana le sobresalía por el viejo y gastado casco. La valía y la fuerza de nuestro guerrero solo podía ser comparada con su inteligencia. Nadie podía engañarle, ya que adivinaba las intenciones de quien se le acercaba. La astucia del joven muchacho le hizo ganar mil batallas aunque su piel estaba tallada con mil cicatrices y arañazos provocados por sus numerosos enemigos. Barack estaba enamorado de Eloisa, la hija de un superior, que ni siquiera sabía de su existencia. Tenía el pelo negro y los ojos azul cielo. Su cara  parecía esculpida en mármol,  y su boca salida de un cuadro impresionista. Era casi imposible encontrar el nacimiento de sus labios, ni tampoco su fin; parecían haberse desbordado. Era tan inalcanzable como su gemela: un ángel pintado en el fresco de una vieja iglesia a  la que acudió huyendo un día de una batalla perdida. Esa tarde perdió mucho más que un batalla, también perdió su alma al ver dicha imagen, un ángel que se peinaba en un río y escrutaba su moreno rostro con sus divinos ojos azul celeste. El caprichoso pintor había plasmado en su boca un esbozo de sonrisa que hipnotizaba al visitante. Desde entonces, acudía allí cada tarde y se acurrucaba en un rinconcito a mirarla. Una  día algo interrumpió el silencio. Habría matado a quien fuese si no fuera, porque la persona que entró era Eloisa. - ¿soldado?- preguntó con voz temblorosa. Barack se le acercó llevándose la mano a la frente en señal de respeto.  Era como si ese hermoso ángel hubiese descendido de la pared para hablarle. Cada palabra que salía de su boca era empujada por el aire  y transportada a los oídos del joven, que escuchaba el relato absorto en la dulce figura que producía tan bellos sonidos. Eloisa le contó que  habían destinado a su padre al desierto para  una peligrosa misión, y que  había preguntado por el soldado más valeroso- Barack-dijeron todos. Escuchar su nombre en los labios de ella le pareció tan melodioso que tuvo que contenerse para no caer de rodillas.- será un placer acompañar a su padre, señorita- dijo sin dejarla formular la pregunta. Eloisa sonrió y se acercó a él para besarle  la mejilla. – vuelva- le susurró al oido la joven. Sentir su respiración tan cercana a su rostro le hizo sentir tan dichoso, que una lagrima se asomó al rostro del enamorado soldado, una  vez Eloisa se hubo marchado.
A la mañana siguiente marchó la tropa. Barack iba al frente, con el corazón henchido de amor, de orgullo, y, sobre todo de esperanza. Volvería con éxito, a ganarse el corazón de su ángel. Estaba seguro de que volvería.
La tropa marchaba feliz, tranquila.  No hacía demasiado calor. Habían prometido medallas, y los muchachos estaban ansiosos por encontrar un enemigo con el que hallar
La gloria.
El enemigo no apareció por ninguna parte hasta el segundo día. Pero no fue un ejército, sino una gran tormenta de arena que los arrastró durante toda la noche. Cuando despertó, Barack estaba solo y confuso. Sus ropas estaban rotas y se moría de sed. ¿dónde estarían sus compañeros?, ¿muertos?. Solo se escuchaba el viento y las hienas. Las aves carroñeras sobrevolaban la zona en busca de algo que comer. Estaba en una playa de color dorado. Solo y sediento como un náufrago. Sus tiburones eran las hienas, las gaviotas, buitres y su balsa....-Eloisa- dijo en voz alta. Se levantó y caminó durante horas en busca de supervivientes, pero no encontró a nadie.
La noche llegó pronto, y  buscó un lugar seguro donde esconderse. No encontró ninguno. Al ocultarse el sol, se enterró en la arena y procuró dormir mientras miraba las estrellas. Estaba casi dormido, cuando una figura encorvada se acercó a él. Estaba envuelta en una capa negra y se ayudaba de un bastón que confundió con una serpiente. Llevaba un anillo de color negro en el dedo anular. -¡eh, soldado!- le llamó pagándole en el bastón en la espalda. Barack se levantó corriendo creyéndose salvado.- ¿me compras una alfombra?- ¿cómo?. No lo podía creer, un viejo enclenque encuentra a un soldado medio muerto y no se le ocurre otra maldita idea que intentar vender algo. Estaba tan enfadado que  ni  se-movió-vamos muchacho, levántate chico. Voy a ayudarte .Te ofreceré algo que te será difícil rechazar. El pobre soldado no sabía si debía confiar en el anciano. Llevaba el rostro tapado y no podía verle nada mas que la boca. Tenía todos los dientes podridos salvo dos de ellos que eran de oro.
-Tu amada está en peligro, y tu amigos también- ¿cómo podía saberlo?.Se disponía  a hablar cuando el anciano le interrumpió: Tengo más años que este desierto, mi querido Barack, y te puedo asegurar que con hombres mejores he negociado. Lo sé todo y todo lo veo. Se qué sientes, qué deseas, qué anhelas con toda tu alma. También sé que eres valiente y humilde. Y  que ella no te amará a menos que seas poderoso. Yo puedo dártelo todo: tierra, riquezas, gloria. Eloisa....-
En la cabeza de Barack se arremolinaban mil ideas, el bien el mal, el amor, todo cuanto ansiaba y jamás poseería sin ayuda.- ¿qué quieres?- La cara del anciano se deformó intentando esbozar una sonrisa. - ¿sabes cuánto vale el alma de un soldado?, te quiero a ti, para siempre. Este es el trato. Te daré un ejército, el mayor  que nunca hayas visto, y terminarás con el enemigo, para siempre. Cuando termine la guerra que tú comenzarás, matarás a todos los soldados, uno por uno, soldados que se convertirán en un humo verde que te recomiendo  no inhales. Irás a casa del rey enemigo, y cuando pregunten “¿quién va?” responderás “La Muerte” y los soldados atacarán. Salvarás a tu pueblo y todos te aclamarán. ¿por qué no iba a amarte ella?. En el rostro de Barack se dibujo una extraña sonrisa. -¿y el pago?. ¿cuándo he de pagar?- dentro de seis años vendré a  por ti. Mientras tanto, no podrás pisar ninguna iglesia ni colgarte al cuello una cruz.
No tardó el joven en aceptar el trato, ni tampoco su ejército en aparecer. Unos diez mil soldados, todos con cascos de plata que relucía a la luz de la luna. El anciano le proporcionó ropas de forma gratuita, y un caballo. En su espada relucía también plateada un serpiente que se agarraba a la mano una vez este la empuñaba y no la soltaba hasta que el último enemigoexpiraba. Pronto los ecos de los gritos de sus víctimas fueron sonando más cerca del hogar; sus victorias eran conocidas por todos los rincones, llegaban a todos los oídos. Y Barack olvidó la patria. Todo por lo que había luchado, todos sus sueños y anhelos se fueron desperdigando por las tierras enemigas y los lechos de las concubinas que tomaba.
El campo de batalla era como un río de sangre. Los cuerpos de las víctimas rodaban por el suelo y Barack ni si quiera desmontaba de su caballo. El paso de sus caballeros traía una nube negra y feroz, la nube de la muerte. Los cascos relucían con el sol hasta que llegaba la luna y desaparecían al final de la batalla y él se quedaba solo, escuchando los lamentos de las mujeres, las madres, y las hijas de los muertos. Casi podía  ver las almas de los guerreros abandonando felices sus cuerpos, tranquilos y en paz. Barack sabía que él nunca alcanzaría esa paz. ¿qué más les daba morir de la forma más dolorosa y vergonzosa?. ¿qué mas les daba morir de pie, o de rodillas, si finalmente habían vencido?. Habían ganado, siendo llamados a la lucha y muriendo por su país. Él no luchaba por ninguna patria, ni siquiera por amor,  sino por orgullo, por tenerla a ella, a Eloisa.

Por fin llegó al hogar el pobre y derrumbado guerrero. La gente lo aclamaba, lo animaba; los niños lo imitaban y las mujeres lo amaban....pero él solo podía oír las voces de sus víctimas, de sus familias...no olía las flores que le lanzaban, sino la sangre y los cuerpos podridos al sol. Nada podría ayudarlo, nada.
¡pobre Barack , que consiguió lo que más ansiaba!, ¡pobre Eloisa,  que se casó con él!.  Cuando el joven regresó, la Familia de Eloisa lo había perdido todo;  el padre,  desaparecido en el desierto ,  había dispuesto para ella un buen matrimonio con un general, pero,  por desgracia , el joven había perecido en la misma cruzada y habían considerado a la joven maldita por algún tipo de bruja. Nadie quería desposarla. Excepto él.
Cada noche, los espíritus, juguetones, venían a tirarles de los pies en la cama. Tiraban la sábana al suelo y provocaron la muerte de dos hijos que su esposa le dio.
Terminada la guerra, Barack terminó con los soldados como prometió, salvando a cuatro de ellos para su propia protección y la de su esposa. –sólo por si acaso- solía pensar cuando recordaba que haciéndolo había roto su promesa. Su ejército de soldados se desvaneció en una nube de humo. No tenían rostro bajo el casco, solo unos dientes afilados creados para destrozar y arrancar la piel. No eran humanos y por eso no le importó demasiado hacerlo. El humo dañaba los ojos y se protegió la boca con un pañuelo. Tardó dos años en terminar ese duro trabajo y nunca volvió a ver como antes.
Eloisa fue su único consuelo durante los tres primeros años. Siempre se miró en sus ojos, en ese inmenso lago,  tan profundo que no podía ver el fondo. A veces temía ahogarse en ellos, sumergirse, y no poder salir. Luego, Eloisa comenzó a  ponerse más y mas pálida, hasta que podían vérseles las venas de su pequeña cara. Adelgazó mucho y de su rostro sólo destacaban sus dos pozos, antaño rebosantes de vida. Ahora sólo mostraban muerte y tristeza por la perdida de la progenie, pero seguía siendo bella, bellísima, con belleza  sepulcral. La de un espectro que sale de la tumba para acompañar al esposo en sus escasas horas de sueño.
Un día, Barack volvió a casa muy temprano y encontró a su esposa despidiéndose de alguien. Estaba muy agitada y temblaba como una hoja al viento- ¿quién era?- preguntó él ,mirando fijamente a su esposa. –nadie importante, entra, esposo , entra y descansa- Barack se estiró junto al fuego al sentir cómo un escalofrío le sacudía el cuerpo. Algo había cambiado. El soldado preguntó a su esposa . -no-  contestó ella -solo he comprado una alfombra- Barack se quedó dormido antes de oír lo que su esposa contestó.
Pasados los seis años,  Barack y su esposa trazaron un plan para librarse del maldito demonio que le rondaba. El hombre esperaba en el bosque a que su esposa no olvidase sus indicaciones. Llorando arrodillado ante una cruz pintada en el suelo recordaba de cuánta ayuda le había sido Eloísa y cómo el amor venció al orgullo del joven a medida que se adaptaba a su joven y enfermiza esposa. La pérdida de los hijos les hizo sufrir a  ambos, pero mucho más a ella . Por primera vez en su vida, nuestro héroe sentía miedo. No era miedo a la muerte, sino a la eternidad. El anciano vendedor de alfombras llamó a la puerta y Eloisa le abrió,  haciéndole pasar. Cuando empezó a salir humo de la chimenea, señal acordada por ambos, Barack llamó a la puerta de su propia casa.- ¿quién va?- preguntó la voz del anciano- La Muerte- gritó Barack. El anciano abrió la puerta esperando encontrar al guerrero, pero solo alcanzó a ver cuatro cascos plateados que le mordieron el cuello y le arrancaron la piel. Entonces, cayó la capa de su cabeza, y se le descubrió la cara. Unos ojos azules miraron a Barack mientras el cuello se desangraba. Cayó Eloisa muerta en `pocos minutos. El anciano, vestido elegantemente con un traje de terciopelo verde reía  a carcajadas  desde un rincón.- lo siento, teníamos negocios-Barack estaba estirado en el suelo mirando a su esposa. Sabía que intentarías engañarme. Yo lo sé todo. Ella sabía de nuestros negocios. Le dije que tu alma sería libre si ella me hacía un favor..... Barack se levantó. –ocupar mi lugar- Barack miraba a los ojos al anciano, llorando, lleno de sangre, de dolor y rabia. – la hiciste decir esas estúpidas palabras que yo tanto hice repetir- El anciano salió a la luz, llevaba el bastón de serpiente. – si Barack, esas, ¿quién va?- Barack sonrió, comenzó a reír a carcajadas, dio un paso adelante y le susurró: “La Muerte”. De repente los cuatro caballeros volvieron a entrar en la estancia y sacando sus espadas comenzaron a acuchillarle. Uno de ellos le arrancó la piel, mientras otro bebió de su sangre, pero él, a pesar de gritar, nunca caía al suelo, ni moría. Entonces,  Barack cogió su espada y la atacó. El anciano cayó al suelo y antes de desvanecerse en una nube de humo pronunció: Me marcho, Barack, pero algún día morirás y yo te estaré esperando allí donde sólo hay gritos, dolor y rechinar de dientes; serás tú quien pregunte ¿quién va?, y yo quien responda- La Muerte-.

Epilogo :

La joven Eloisa se convirtió en mártir, solo por demostrar que se puede amar y  llevar el nombre de alguien destinado a no corresponder el amor de los amantes; y en una olvidada iglesia de un olvidado lugar un ángel sonríe intentando consolar a  aquellos que derraman su sangre. Que viven escribiendo requiebros, versos y bellas cartas a la persona amada, su sueño, su amor y esperanza, A todos aquellos que venderían su alma y más por su Eloisa.







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