El 11 de Septiembre es un día catastrófico para la mayoría de la gente que conozco. Todo el mundo tiene una razón para odiar este día, y todos ellos tendrían una espeluznante historia que contarnos si les dejasen. Su historia...
Mi nombre es Pablo y me gustaría contaros la mía:
Cada vez que vemos una de las fotos de las torres gemelas, no podemos evitar pensar en toda esa pobre gente llorando, saltando en desesperación y mandando mensajes de despedida a sus familias. Bien, debo admitir que envidio a estas familias. Mi padre murió el 11 de septiembre. El no era un soldado, bombero ni trabajaba en las torres. Ni tan siquiera iba en uno de los dos aviones. Por eso nadie le recuerda. Por eso no es más que un fantasma en mi mente. Porque no estaba en una de esos malditos gigantes de hierro, tumba de tantas personas.
Mi padre se llamaba Juan Luis Gonzáles, y no estaba allí. Mi padre no era ya más que polvo cuando el atentado terrorista devastó América. Él murió mientras dormía, tranquilo en su cama mientras un avión bombardeaba nuestra casa y la nuestros amigos y vecinos. Mi madre murió tras ser violada por varios soldados, y mi hermano, fue acusado de varios actos terroristas inexistentes y ejecutado por ellos. Yo huí...
Esa estúpida noche de Martes de 1973, ese maldito 11 de septiembre, América fue la terrorista y mi pueblo el atacado. Mi gente, Chile, sufrió también, pero nosotros no somos recordados, ni mencionados. Es solo una cuestión de situación geográfica. Simplemente se trata de remarcar la ya enorme diferencia entre Norte y Sur cuando se habla de América.
Las familias de ese gran número de personas muertas en Nueva York ese fatídico día pueden llevar flores a lo que por un tiempo fue un inmenso agujero negro. Tan negro como los ojos de mi madre. Sé que no soy más que un inmigrante que nada sabe, pero, hay algo de lo que estoy totalmente seguro, y es de que mi madre, de haber podido, habría elegido saltar de un edificio antes de morir como ella lo hizo. Bajo el peso de un sudoroso hombre sintiendo su respiración en el cuello y oído. Mezclando el dolor con el llanto por haber perdido marido hijo y honor de un solo plumazo.
Me aflige mucho el dolor de las familias , pero me aflige mucho más mi situación. Juro que hubiese matado por un mensaje de despedida, por una placa con el nombre de mi padre grabado para recordar su valor, o por la compresión y denuncia ante tan ruin acto de todos los países del mundo. A nosotros nadie nos recuerda. Esa es la diferencia entre Norte y Sur en este estúpido continente. Maldito sea el día en que Cristóbal Colón descubrió el lugar donde seres tales como R. Nixon y G.W.Bush nacerían para desgracia del mundo.
María Suárez Alonso
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